lunes, 11 de enero de 2010

Viendo Pasar el tiempo y recreando las cosas de la vida. Apareció el cruel día de l 8 de marzo (cruel, por la masacre de Estados Unidos), en que se conmemora el día de la mujer. Las noticias de la radio, que es lo único que escucho por ahora de afuera del área de Tilcara, desnudaban el homenaje a la mujer en todas aquellas personas, que triunfaron o son exitosas en la vida. Me pregunté por qué no hay una mujer común, o alguien que esté luchando para llegar, y fue entonces que me acordé de Micaela Olalla Tania Chauque, que nació allá por enero de 1979, en un paraje llamado “Cerro el Medio” perteneciente a la comunidad Indígena de Finca Santiago, de un pueblo, hermoso y fasci-nante, como es Iruya, de la provincia de Salta. El único camino para llegar a esa localidad es por Iturbe (antiguamente llamada La Negra Muerta) pasando Humahuaca, provincia de Jujuy. Por esa razón se las quiero presentar: ella cursó sus estudios primarios en la localidad de “Los Toldos”,
Pueblito que pertenece al Dto. De Santa Victoria, al oeste de Iruya y limita con “La Mamorra”, pueblo perteneciente a Bolivia y cuyo límite natural es el río Bermejo, donde su padre era el Maestro. Vivía en una casa grande que fue la antigua escuela del lugar. En ese pueblo, como jugando, aprendió a cantar coplas y andar a caballo. En las vacaciones se trasladaba a Salta. Y allí si su padre estudiaba flauta, guitarra, bandoneón, ella también. “Lo único con lo que no insistí fue con el bandoneón, para mí que porque era una niña, eso pesaba mucho. Pero lo que más me gustaba era bailar, así fue transcurriendo el tiempo, lo jubilaron a mi padre y nos trasladamos a Salta, donde cursé los estudios secundarios en la Escuela Polivalente de Arte, siempre inclinándome por la danza, y en la parte de la música comencé con el zicu y la zampoña. Cuando cumplí 15 años un lutier jujeño llamado Domingo Ríos (hermano mayor de Tomás Lipan) me regaló mi primera quena.”
 Al ir siguiendo su relato fui descubriendo en su mirada que allí comenzó su pasión por la música.
“Mi vida transitaba en el Polivalente de Arte donde se forma el primer conjunto del cual participé, se llamó “Vientos del Norte”. Todo esto lo tomé como un aprendizaje, pero a mí me llamaba la danza, por eso me recibí de profesora de danza. Luego empecé a investigar dónde estudiaron mis profesores, y allí descubrí el Profesorado Nacional de Folclore, que hoy forma parte del I.U.M.A.(Instituto Nacional de Artes). Este instituto quedaba en Buenos Aires y mi papá no quería saber nada, él pre-tendía  que estudiara una carrera en serio, que me diera un bienestar en la vida, pero yo ya había decidido. Mi primer domicilio fue la “Villa 31”;  allí conocí a la familia Nieves de Santa Catalina Jujuy, con ellos salí a tocar, en plaza Francia, peatonal Florida, etc. Y así continué, entre el trabajo de enseñar danza e interpretar música”. (Cuando se habla de música con Micaela, se habla de música Andina).
“Mi padre seguía trabajando en la comunidad Indígena de Finca Santiago, ellos lograron una beca para todos los estudiantes que estábamos fuera de la comunidad. Esto me permitió cambiar de lugar de residencia, primero fue Merlo, luego Once y finalmente me mudé a pleno centro, Lavalle y Rivadavia, pero seguía con mis trabajos, y siempre buscando dónde tocar. El centro colla empezó a realizar peñas, entonces iba  a tocar y allí me acompañaban unos y otros, creo que fue el comienzo como solista. Se me presentó la oportunidad de tocar con Jaime Torres, esto me sirvió muchísimo ya que la disciplina de los ensayos y el rigor de los horarios eran muy estrictos.”
Por mi apreciación, a esta altura de su relato la música ya estaba fluyendo de ella como la sangre, o no sé si la música no era su sangre. Esa sangre que sin ella saberlo la estaba reclamando desde el  norte, de donde ella partió a buscar su propia vida.
“Siento que le debo mucho a la Finca Santiago, por que siempre me apoyaron.”
¿Sería así? ¿O la nostalgia del silencio la regresó a su norte cuando se recibió?  
“Primero fui a Salta y no me sentí bien; luego recalé en Tilcara. Desde allí, trabajo dando clases de música e interpretando la música de mi tierra.”
Mica, ¿qué te queda de Buenos Aires? Los ojos le brillan como si estuviera por cometer una travesura.
“Viví en Buenos Aires, pero nunca me sentí parte de esa ciudad, vivía de sorpresa en sorpresa, como una turista; conocí el tren, viajaba en subte y daba vueltas y vueltas al Obelisco una y otra vez. Una imagen que me queda de esa ciudad es Constitución, cuando baja la gente de los trenes, ¡qué cantidad de gente!, nunca pude saber qué cantidad de gente vivía en Buenos Aires.
¿Los Toldos?  Se me viene a la memoria la fiesta de San Pedro, cuando las mujeres bailaban descalzas con o sin música, el sonido de las “cañas”, “cornetas” o “erques”, como le llaman en Tilcara, instrumento de viento echo de caña que mide más o menos de dos a tres metros, con un pabellón en la punta y tiene un sonido ronco, el canto de las coplas con otro amigo a lo lejos. El andar a caballo (piensa). Mi casa grande; recuerdo que para un Mundial habían traído un televisor de Salta, se pusieron a trabajar pero al final no se vio nada. Me quedan los cuentos de la gente que se moría, los demás me decían que si uno tenía algo de la persona que se murió, seguro que viene de noche y te hace sonar, (sonar es pegar o castigar) y nosotros teníamos un mueble echo por esa persona y yo no pude dormir esa noche.”

Cuántas cosas se van quedando en el tintero, en la tarde de Tilcara. Cuánto silencio hace que brote en su sonrisa la música. Cuánta juventud trabajando por el misterio de los pueblos de esta América adormecida, no sé si es un homenaje o es parte de la verdadera historia de éste, nuestro hermoso País.  

El runa y yo


Crece sobre la costra de la Puna,
retoño del misterio, flor del llanto,
el silencio del runa; y duele tanto
que hasta el alma se sangra por el runa.

Avaro de su trágica fortuna,
celoso jardinero del espanto,
él siembra las monedas de su canto
en los charcos caídos de la luna.

Aunque seguro estoy que es en vano
no declino el intento en que porfío
por alcanzar su pecho tan lejano.

Está lejos de mí, pero es tan mío
como este corazón, como esta mano
y como este poema que le envío.


Martín Raúl Galán
Poeta jujeño nacido en 1913 y muerto en 1963.

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