lunes, 11 de enero de 2010

En Mayo del corriente año, en las Escuelas rurales 241 y 378, de Huella y la Banda respectivamente, del departamento de Tilcara, se inicio un programa llamado "El arte va a la Escuela" apoyando a un proyecto, de redes "Un Cuento Quebradeño en Títeres". Ambos proyectos terminaron el 19 de octubre con una reunión institucional donde se evaluó el logro alcanzado. Las obras que se presentaron los días 13 - 14 - 15 y 18 de octubre de 2005. Fueron:"El Coquena por la Banda", "El Zorro de San José por Huella". Todo este enunciado es pura, formalidad, lo esencial es: que más de 58 niños vivieron la experiencia de crear: escenografías, muñecos de varilla, parrillas para colgar los trastos, los retablos, aprendiendo a manejar luces, musicalizar las obras y trabajar: en la desinhibición, en sus cuerpos, en la concentración y sus voces. Algo que en las Escuelas rurales, no se ha desarrollado, por lo menos, en estas. Las anécdotas, los contratiempos, y el esfuerzo fue compensado, por el maravilloso desenvolvimiento de los niños, que una vez, pasada la sorpresa de lo nuevo y tomando el hilo de la improvisación, desplegaron con admirable soltura, su espontaneidad y lenguaje propio de la zona. Las obras, los bailes nativos y las corografías. Se desplegaron bajo el cielo de la Banda y Juella, los nervios y las risas de los actores dieron paso a la creación y a la sorpresa de la gente que presenció el espectáculo. Así finalizo el primer encuentro de "UN CUENTO QUEBRADEÑO EN TITERES". Todo parece simple, pero una escuela de tercera, no tiene derecho a estas experiencias en nuestro, país, cuando se hacen la reuniones de maestros, se separa, las Escuelas de primera, las de segunda y las de tercera. Como si un docente se prepara para ser de diferentes categorías o como si los niños de estas Escuelitas, no tuviesen la capacidad de entender lo que se programa, para cualquier niño. Los niños con los que trabaje son trabajadores del campo desde los 5 o 6 años, ya desayunando, pastando las ovejas o cabras. Levantándose a cosechar la verdura, a las 4 o 5 de la mañana. Para después ir al colegio, subestimamos su capacidad, su entender y sus derechos, niños que a veces no tienen infancia, ni adolescencia, niños que de pronto tienen responsabilidades de mayores. A veces se me pregunta por que la gente del norte es tan seria, hay que conocer la realidad de esos seres. Cuando vemos una película que se refiere a esa gente, leemos un poema, lloramos y nos angustiamos. Cuando se vive en el lugar, es cuando el alma, se parte en mil pedazos, cuando la injusticia le cava en lo profundo del razón, cuando las lagrimas no sirven ni para regar una esperanza. ¿Dónde quedaron los derechos del niño? ¿Dónde quedan los discursos de los ministros de educación? ¿El mensaje de los educadores? Me parece que para cerrar el niño yuntero de Miguel Hernández, da el acento Juega Miguel Hernández., girando la noria del triángulo dramático, los tres movimientos: Salvador (exaltación), Perseguidor (imprecación) y Víctima (lamentación). En El niño yuntero vivencia simultáneamente los tres papeles: Víctima ("me da su arado en el pecho"), Perseguidor ("¿De dónde saldrá el martillo?") y Salvador ("¿Quién salvará este chiquillo?"). Identificamos los tres caminos expresivos de Viento del pueblo con las tres heridas del hombre: la de la vida (lamentación), la de la muerte (imprecación), la del amor (exaltación). Revive Miguel en cada niño trabajador su propia tragedia de adolescente cabrero que arrea su ganado, de viaje a la vega, saludando a compañeros que prolongan estudios que él ha tenido que abandonar (El hijo del pobre): "Han pasado mis ojos por los pueblos de España: ¿qué han visto? Junto a los hombres tristes y gastados de trabajar y mal comer, los niños yunteros, mineros, herreros, albañiles, ferozmente contagiados por el gesto de sus padres: los niños con cara de ancianos y ojos de desgracia. Nunca abandonó su conciencia de clase. Sijé, García Lorca, Aleixandre..., grandes amigos, eran señoritos. Así escribe, con gran dolor y resentimiento: "Mientras nosotros éramos desterrados de la alegría, de los juegos y las fiestas, de la hermosura de vivir limpios y satisfechos; mientras nos comían el calor y el frío, los hijos de los ricos, por muy dignos de cuidar cerdos que fueran, gozaban de todo y sólo para ellos se abrían las aulas..."

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