lunes, 11 de enero de 2010

En la página de este mes trataremos uno de los ritos más importantes que aún se mantienen en el noroeste argentino; dentro de la creencia popular, de Tilcara 2004, nos encontramos con el rito de la Pachamama. Si bien es cierto no está en estos momentos conceptuada como la de nuestros antepasados, sigue en vigencia con algunas variantes y algunos conceptos cambiados, pero en sí sigue siendo memoria de nuestros antepasados.
El término Mama por ejemplo no figura en ninguna lengua de América precolombina, es decir que el término de nuestros originarios era PACHA, que en quejchua, significa: ENGENDRADORA, CONTENEDORA, PROCTECTORA, y si tomamos el término MAMA en su semántica, quiere decir exactamente lo mismo. En otra oportunidad tomaremos a PACHA desde la cosmovisión americana, por ahora sólo nos referiremos al tiempo en que se le rinde culto.
En toda la corriente cultural Andina se le rinde culto a la pacha, durante los meses de agosto y febrero; aunque algunos estudiosos dicen que el día de la PACHA es el  1° de agosto, eso depende de las características culturales y laborales del habitante del lugar, si es minero, arriero, agricultor, ganadero, etc.
Ejemplo: un arriero que se traslada durante seis meses por el interior de la quebrada o puna andina, no llega justo el primero de agosto, y es en el lugar que habita donde realiza la ceremonia agradeciendo todo lo que le brindó la pacha durante su viaje.
En febrero la gente agradece el multiplico del ganado y las cosechas y se compromete a trabajar de una manera diferente si la cosecha no ha sido buena.
¿Por qué agosto? Porque es cuando se siembra, se le pide permiso a la tierra para poder sembrar y se le encarga que cuide su sembrado.
La gente de la cultura andina comienza a trabajar la tierra a fines de abril, principios de mayo, a esto le llaman BERBERECHO y consiste en dar vuelta la tierra para que las hojas y demás ramas se pudran, produciéndose así un abono natural. Para fines de junio se produce la RAMIADA: esto consiste en alisar la tierra. Para julio hay que AMELGAR la tierra, es decir volver a darla vuelta y dejarla descansar un tiempo, y en agosto se surca para sembrar y es ahí cuando el mundo Andino toma el ritual de sus antepasados; es para esa época que regresan los arrieros, cuando se cruza el ganado para el multiplico, es ahí cuando el minero sale de las vetas, porque el calendario de la cultura andina es agrario.
Toda esta introducción es para que el lector se ubique en la leyenda que aún hoy corre de boca en boca.
Dicen que por la quebrada de Huychaira, en la localidad de Tilcara, Jujuy, había dos hermanos, uno codicioso que nadie sabía cómo había hecho mucho dinero, su característica era que nunca ayudaba a nadie, ni a su propio hermano, al que ni visitaba ni dejaba que lo visite. El otro era un hombre noble y trabajador, siempre estaba para quien lo necesitara y si no, trabajando de sol a sol; él araba y sembraba para quien se lo pidiese y ganaba apenas para el sustento diario, pero no se quejaba.
Un buen día buscando trabajo, andando y andando por entre medio de los cerros, se encontró con un Ronque (cantidad de piedras amontonadas obstruyendo una senda o camino). El no pensó en buscar otro camino o tomar un atajo, él pensó que si viniese una pastorcita con sus ovejas, o un anciano con sus burros, no podría pasar, y se puso a sacar piedra por piedra del camino.
—¿Qué andas buscando?
El hombre sorprendido empezó a buscar de dónde venía esa voz; cuando miró hacia arriba vio una señora muy extraña, muy bien vestida y que lo miraba fijamente.
—¡La vida, señora! dijo balbuceando.
—Está bien, esperemos que vengan mis hijos.
El hombre siguió sacando piedra tras piedra mientras la mujer lo miraba.
Cuando llegaron los hijos, preguntaron
—¿Quién es?
Huaschiguagua (huaschi de huascho, sin padre, sin madre y guagua de criatura)
—¿Qué hacemos?
—Dénle una alforja y que no moleste más a mis animales.
El hombre quiso defenderse.
—Yo sólo mato un animalito cuando tengo mucha hambre y que sea de los más viejitos.
-Ya sé, pero no molestes más a mis animales, y no cuentes a nadie que me viste.
—Sí señora—, y se alejó corriendo.
El hombre, sorprendido, regresó a su humilde casa con la alforja, y allí recién se fijó qué contenía; grande fue su sorpresa al ver tantas monedas de plata.
Tranquilo y paciente como era él pensó qué hacer, cómo ayudar a los demás, y sin que nadie lo notara lo fue haciendo, compró semillas, arrendó campos, aró y sembró como si nada hubiese cambiado. Al cabo de algunos años, tenía su propia tierra y su progreso no se podía ocultar. Al enterarse su hermano, le entró la curiosidad de cómo había logrado tanta prosperidad si él sólo vivía para los demás, y fue a verlo, para sacarse la duda. Pero el buen hombre nada contó, por más que le insistió.
El hermano, lleno de codicia al ver el progreso, urdió una trampa.
—¿Comemos un asadito de despedida, hermanito?
—Bueno.
Pero la codicia podía más que el encuentro de dos almas, lo hizo machar (emborrachar) y al final confesó todo. Satisfecha su curiosidad, se marchó. Buscó las ropas más viejas, se vistió de pobre y con un atadito de leña en la espalda, salió a buscar a la señora. Cuando llegó al lugar indicado,  encontró a la PACHA sentada sobre el ronque.
—¿Qué andas buscando?
—La vida señora.
—Quédate  ahí  y espera que vengan mis hijos.
Cuando estos llegaron, preguntaron
—¿Quién es?
Purucodicioso.
—¿Qué hacemos?
—Pónganle un sombrero de oro.
El hombre no cabía en sí de alegría.
Se durmió y al despertarse no había nadie y él estaba debajo del ronque; empezó a gritar y gritar, hasta que un cuervo se acercó y preguntó.
—¿Querís que te saque?
—Sí.
—Pero tendrás que darme tus ovejas y tus vacas.
—Trato hecho.
El cuervo lo sacó y voló con sus amigos a llevarse todo lo prometido.
Y el hombre quedó pobre como había aparentado serlo.

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