lunes, 11 de enero de 2010

Las Salinas
largas, cristalinas, hojas en blanco
De mi América adormecida.
Ausencias, soledades.
Que reflejan los rostros escondidos,
en el vientre de la tierra.
Aguda singularidad,
que con sus lágrimas,
salan los sueños callados,
que tallan la memoria del sol,
en la tierra.

Esta es la forma de mirarse, dentro de uno, en estos espacios de silencio y de vida.
Las salinas reflejan la mirada profunda del runa (hombre) de América: ya han pasado más de 500 años de la llegada del hombre occidental a Ab Ya Yala (así denominaban los originarios a este continente que después bautizaron América).
Y la pobreza cada vez es mayor, la aculturización cada vez más profunda va separando a los originarios de su tierra, de sus animales, de sus ritos, de sus silencios y lo que es peor, abandonando su pacha, para ir a formar los cordones de villas miserias, de las grandes ciudades, donde están automarginados, sin esperanzas y tratando de cobrar los $150 que da el gobierno.
Los que no salen, se quedan también buscando ese cobro, y al tratar de sacarle a la tierra sus frutos, pasa a ser un recuerdo largo, como una salina.

Yo me pregunto, ¿cuál es la pobreza? Porque el que vive en los lugares como nuestras quebradas, come y come bien, de los productos de la zona. Pero mi pregunta va más allá; hay gente que se fue y está bien económicamente, pero no quiere acordarse de dónde vino y tampoco quiere saber adónde va; y allí se refleja la soledad, la ausencia, con la gravedad de que, ésa, es la herencia para sus hijos y los hijos de sus hijos.
Ahora bien, ¿cuál sería la solución? O ¿cuál es el meollo, de esta nota?
El meollo de la nota es aclarar que, para el hombre desarraigado, lo económico no es una solución. La pobreza se genera en no querer tener pasado, en no reconocerse, es decir que ha perdido su lengua y con ello su cultura y aquí esta lo esencial, lo que no sabemos el porqué, en realidad sí lo sabemos: los métodos de enseñanza creados desde la Capital para el resto del país, no son los adecuados, ni siquiera para los que viven en las ciudades del mal llamado interior.
Las leyes, sacadas sin ningún beneficio, para ellos. Ya que las tierras que algunos reclaman, no están en condiciones de cumplir sus ciclos como las que cuidaban sus antepasados.
La solución esta lejos, pero no imposible.
Se puede cortar un el Árbol en mil pedazos sin encontrar un nuevo fruto, pero cuando se dan las condiciones adecuadas (la luz tibia del sol, la lluvia, el suelo fértil) el árbol dará sus frutos sabrosos y bellos.
Para eso los seres humanos tendremos que crear muchas de las condiciones necesarias para desarrollar su potencial mediante la voluntad, es decir si se deciden hacerlo.
Si alguien no se decide a actuar de tal manera que pueda crear las condiciones necesarias para el desarrollo de sus cualidades ocultas (dones como la valentía, la fuerza de voluntad, la capacidad de pensar claramente y el reconocimiento de la belleza), esos dones no saldrán a la luz, como los frutos del árbol joven.
En cierto sentido, el fruto que aún no ha aparecido en el árbol no existe. Sin embargo, desde otro punto de vista sí existe, porque la capacidad de dar frutos está presente, oculta en el interior del árbol.
El Creador ha otorgado a los seres humanos un maravilloso poder espiritual: la capacidad de considerar el potencial como algo real, de decidirse a desarrollarlo y de actuar de tal manera que ese potencial se desarrolle.
Para ello tenemos que tener en cuenta que la cosmovisión circular nos enseña que nuestras cualidades de ser humano son universales.
Todos los seres humanos tienen los siguientes aspectos:
1. lo físico
2. lo mental
3. lo afectivo
4. lo espiritual
5. la voluntad

Tenemos que acordar que estos dones se equilibran entre sí. Nuestra forma de presentarlos es sólo una forma de representar algo que en realidad es universal y que, por lo tanto, podría representarse de muchas maneras. A menudo la gente usa los animales como símbolos de ciertas cualidades. Por ejemplo, algunos han utilizado el águila como símbolo de valor. Otros han usado la osa o el glotón ártico como símbolo de la misma cualidad.
A veces tenemos que mirar en otro lo que en realidad tenemos. 
Y creo esencialmente que todo está en cada uno de nosotros mirándonos adentro, sacando lo malo y mejorando lo bueno que tenemos que aportar para esta gran lucha.
No esperar del gobierno ni de corporaciones; la lucha para que algún día sea una masa, comienza en la soledad de esa salina.  
Muchas personas son incapaces de hacer esto. Están constantemente pensando en el futuro o el pasado, mirando hacia fuera  o hacia adentro y no hacia su adentro, o hacia un punto lejano, pero rara vez se concentran en el momento presente. El don de vivir plenamente en el presente nos ayuda a realizar tareas físicas que exigen que todos nuestros sentidos estén alertas. Y que nos entreguemos por completo a lo que estamos haciendo. Es entonces que descubriremos los rostros escondidos en los salares y nos daremos cuenta de que son rostros universales, que no son ni más ni menos por tener uno u otro color, y que el árbol dará frutos siempre y cuando los esfuerzos de cada uno de nosotros estén en la lucha permanente de buscarse y encontrar en cada uno: lo físico, lo mental,.lo afectivo, lo espiritual, la voluntad.
Lo demás es cuestión de tiempo, de saber que la siembra no es para uno, sino para la humanidad sin distinción de credo o de raza.
Estamos (como dice Alfonsina Storni) Dormidos y es hora de despertarse. 

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